“Las historias tienen que ser contadas, si no mueren, y cuando ellas mueren, no podemos recordar quiénes somos o por qué estamos aquí” –
Sue Monk Kidd
Aquí en BFL/VEA nos gusta Kidd, y creemos que las historias necesitan ser contadas para que podamos recordar quiénes somos y por qué estamos aquí. Para nosotros, en este momento, las historias que creemos son las más atractivas – para contarlas y para escucharlas – son las historias de bautismo. Tus historias, nuestras historias y las historias de nuestros ancestros en la fe. Con ese fin, compartiremos muchas historias de bautismo aquí en este espacio comunitario. Las historias que creemos pueden ayudarnos a discernir mejor quiénes somos y por qué estamos aquí, y cómo nuestros bautismos pueden ayudarnos a crear vidas significativas y con propósito.
– Jerusalem Greer, Project Evangelist. / Jerusalem Greer

La historia de Susan
He estado pensando sobre esto desde hacía mucho tiempo, mientras me preparaba para convertirme una miembro de la Iglesia Episcopal a inicios de mayo. No seré bautizada como episcopal. Quizás esto es algo bueno, ya que yo he sido bautizada ya dos veces (primero como presbiteriana cuando tenía 12 años y luego como bautista a los 49 años).
Pero voy a decir esto: nunca pensé más en mi bautismo ni aprendí más sobre el bautismo hasta que comencé a relacionarme con los episcopales.
Es cierto. Aunque mi último bautismo fue un bautismo por inmersión completa en una iglesia bautista, he aprendido más sobre el bautismo y en particular sobre la idea del ministerio de los bautizados desde que comencé esta parte episcopal de mi peregrinaje. Verdaderamente, los bautistas con los que vivía en comunidad simplemente no hablaban de esto. Podías hacerlo o no (si habías sido bautizada/o en cualquier otro lugar), pero solo había una simple pregunta – la pregunta infame ¿aceptas…? No era un sacramento. No había preparación para él, excepto una comida “agape” voluntaria la noche previa, y no había guía disponible después del bautismo. La única transformación esperada del acto comunitario era la filiación a la comunidad – ahora ya eres uno/a de nosotros, dirían ellos. Pero ellos decían esto a todos los que llegaban, así que, ¿cuál era el propósito de esto?
Imaginen mi sorpresa, mi primer día en un servicio en el seminario, cuando juntos reafirmamos nuestro pacto bautismal. Nunca voy a olvidarlo – fue como si estuviera siendo bautizada otra vez, por primera vez. El Obispo Shand presidió y cantamos mi himno favorito “Grande es tu fidelidad”. Yo lloraba por todo esto y sobre todo por el profundo compromiso a la vida de fe contenida en las palabras del pacto, las cuales nunca había visto antes.
De alguna forma, lo que aprendí ese día me hizo comprender el compromiso que estaba haciendo muchos años antes cuando decidí ser bautizada por segunda vez. Yo no tenía palabras para eso aquel día, pero yo estaba haciendo un compromiso profundo presentado ante mí por la comunidad. Yo me estaba preparando para una comprensión total de lo que significaba ser bautizada y vivir en ese ministerio.
¿Quieres compartir tu historia de bautismo? Envíala a baptizedforlife (at) gmail