Noviembre: mi otra Pascua
Años de observación y práctica en la tradición de la Iglesia Episcopal han hecho de mí algo como un “animal litúrgico” de mí. Durante este tiempo he estado atenta a las estaciones del año de la Iglesia y al ritmo de los días de fiesta y recuerdos que son parte de nuestras prácticas. Algunos de estos ritmos están anclados en nuestras raíces celtas en los inicios de Bretaña, especialmente la observación en noviembre del cambio de la estación de la cosecha al solsticio de invierno, el 1 de noviembre (conocida en la tradición celta como Samhaim). Con la aparición del Cristianismo, esto se convirtió en la celebración de Todos los Santos (incluyendo la víspera de Todos los Santos el 31 de octubre y después Todas las Almas la semana posterior). La celebración de Todos los Santos, ese día de regocijo con toda la compañía de los cielos, fue una de las prácticas que me hizo episcopal, por allá por mis años veinte. Esto coloca en mi calendario interno una celebración de la esperanza de la Resurrección, justo cuando retrasamos nuestros relojes y las tardes se hacen más oscuras. Es un tiempo para celebrar nuestra conección con la Iglesia invisible, cuando la oración de ese día nos recuerda que estamos “atados unos a otros” en una comunión y compañerismo, más allá de las fronteras de la vida y la muerte.
Esto es parte de nuestra fundamental identidad bautismal. Es por eso que el libro de oración presenta que Todos los Santos es una fecha apropiada para los bautismos y para la renovación de nuestro pacto bautismal. En una de las oraciones bautismales le agradecemos a Dios por “incorporarnos a la Santa Iglesia y por hacernos aceptables de compartir de la herencia de los santos en luz” (BCP).
El lenguaje parece arcaico pero yo me he sentado a pensar en esta imagen de “los santos en luz”, particularmente al final del otoño en la región media del Atlántico donde yo vivo. Aunque Todos los Santos/Samhain emergió en las tierras celtas en una estación que ya era desolada y con falta de follage, donde yo vivo ahora, en Maryland, el inicio de noviembre es un tiempo cuando las plantas de tulipanes toman color dorado y los árboles de arce, color naranja. El brillo de la luz a través del follaje se han convertido para mí en algo como florecer, igual a como ocurre durante la Pascua, una señal de la esperanza de la Resurrección en medio de la estación de muerte. Noviembre se convierte para mí en un tipo de “Pascua Todos los Santos” que me llevará al final del año de la iglesia y al inicio del próximo, cuando llega Adviento.
Aquí hay una soneto sin rima que vino a mí el domingo de Todos los Santos este año, junto con una imagen de una planta de tulipanes afuera de mi casa. Espero que te invite a entrar en mi experiencia de esta estación como si fuera una “segunda Pascua”, enraizada, como todas las otras estaciones, en las experiencias humanas diarias, pero ofreciendo un brillo de esperanza mientras entramos a la época más oscura del año.

All Saints Sunday 2018
Domingo de Todos los Santos, 2018
por Kathleen Henderson Staudt
Domingo de todos los santos, y el árbol del tulipán
es dorado ahora, delgado y filigranado.
El cielo despejado del día aún está pálido a la luz del amanecer.
Los presagios se enfrían y refuerzan el aire del otoño hoy.
Siempre en esta época del año, me maravillo de
la forma en que brilla la luz de la estación agonizante.
El oro, el rojo y el bronce de las hojas cambiantes.
Brillantes recuerdos de la vida del verano transformados.
Ahora como la mañana se mueve del día a la noche,
Celebro con lágrimas silenciosas y alegría
a aquellos que he perdido, que me formaron y se han ido.
Excepto que su amor permanece y vive en mí.
Los árboles ahora parecen brillar con ese amor
Como hojas de gloria brillan de la oscuridad.
(copyright por Kathleen Henderson Staudt Noviembre 2018 – por favor, usar solo con permiso de la autora).
(Traducción del poema por Yoimel Gonzalez Hernandez).