Es tarde en Francia bajo fresco cielo azul. Yo estoy cubierta de pies a cabeza en agua y burbujas de jabón como voluntaria en la cocina al aire libre. El mar de voces alrededor de mí crece como una sinfonía, instrumentos que no puedo reconocer, mucho menos comprender. Escucho sonidos de risa y alegría.
Tanta risa y alegría desenfrenadas.
Hay caras que reconozco. Veo a una mujer y a un hombre jóvenes que viajaron conmigo a Taizé: Tom vio el rostro de Dios claramente por primera vez cuando miraba el rostro pintado en el ícono del Jesús crucificado en la iglesia. Hillary siente en su corazón que nunca será la misma persona antes de este viaje.
Ella también vio el rostro de Dios.
Por eso, hay rostros que no conozco, pero que he visto antes.

Cuando era joven, yo pasaba el tiempo frente a las copias de la revista National Geographic de mi abuela. Durante horas miraba las fotos de los rostros negros… casi negro-azulados… de los sorprendentemente hermosos hombres y mujeres africanos. Mientras miro alrededor, la veo de nuevo. Era como si la fotografía de la revista tomara vida. Ese hermoso rostro negro. Esos ojos oscuros y profundos. Esa sonrisa brillante y completa.
Después yo miré el rostro de mis nuevos amigos Adrian y Olgutsa. Estos novios que viajaron a esta pequeña villa desde Rumania también está buscando el rostro de Dios. Ellos también se comunican con risa, un inglés accidentado y sus ojos.
Estos hijos de Dios se comunican entre sí a través del agua. Ya no estando separados a través del océano, nos comunicamos sobre un lavabo lleno.
Esto es el bautismo… una manera más honesta y sincera de conversación que las que he experimentado.
No es con nuestras voces con las que hablamos diferentes idiomas. Es con nuestros ojos y con nuestra risa. Estamos hablando entonces el idioma del corazón.
Y estamos lavando platos.
Yo miro hacia abajo al lavaplatos y al reflejo de los rostros de mis nuevos amigos. El agua danzante y el reflejo de la luz causan que nuestros rostros se hagan uno.
Yo también he descubierto el rostro de Cristo.
“Tú eres mi amado. Tú eres mi amada.”
(Texto de Jesús: God Among Us, por Roger Hutchison, Church Publishing 2018, pinturas también de Roger Hutchison).